Si no teníamos bastante con la Ley del solo sí es sí, el goteo de indignación crece con la Ley Trans, ambas cocidas en el Ministerio de la Desigualdad y amparadas por el Gobierno de Sánchez. Se niegan a pactar con el PP una reforma rápida que frene la salida de prisión de los agresores sexuales, para seguir amarrados a sus socios y mantenerse en el poder a costa de seguir excarcelando. No veremos el capítulo de “Pedro con las Víctimas”, ahí Moncloa no tiene figurantes. Incluso quedan advertidos por las feministas más históricas, que la Ley Trans crea una generación de adolescentes en riesgo. La Ley Trans no contempla un cambio registral de género: contempla un cambio de sexo y le da la oportunidad de hacerlo a los chicos y chicas de 16 años que, a través del autodiagnóstico, podrán decidir solos. Se abre la puerta a eliminar la patria potestad si los padres se niegan. Es decir, tienes que firmarle permiso a tu chica para ir a Ruidera si es menor de edad, pero NO para abortar o cambiarse de sexo.
Ya conocemos el informe del que hablaba el Gobierno de García-Page y que el líder del PP en Castilla-La Mancha, Paco Núñez, mostraba esta semana sobre la Ley del sólo sí es sí. El texto se limita a un pequeño párrafo sobre las rebajas de penas a los depredadores sexuales, en el que se afirma que fue remitido, por los cauces habituales, a la directora de Gabinete de Irene Montero. O sea, ¿que tanto decir que lo dijeron y resulta que lo trasladaron por los cauces normales, y a la directora de Gabinete que cesó después Irene Montero? ¿En serio? ¿Que no han dado tan siquiera la batalla en un Comité Federal? Pero dice García-Page, que todo el mundo se puede equivocar. Hombre, de timbre puede, pero de rebajar condenas a agresores sexuales, esto no es ni equivocación ni error: esto se llama tragedia.
Por eso, el espíritu inconformista del que habla Javier Navarro no es sólo un eslogan de precampaña, es la alternativa real para empezar a fraguar el cambio a todos los niveles, desde abajo, desde lo local. Aquí no vale decir “me lo merezco”. En política, los merecimientos se cuentan en las urnas y los cambios se producen de abajo hacia arriba. Hay alternativa.