Sánchez ha decidido que España lo lapide públicamente. No le ha bastado con destruir al PSOE, sino que ha convocado elecciones para el 23 de julio. Sólo con el cabreo de la gente de morirse de calor ese día, se ha asegurado una derrota que no tendrá parangón con la que acaba de sufrir. El peor presidente de España, y del PSOE, puede encontrarse con que ni los suyos le hagan campaña. Que aprovechen para darle puerta y regenerar un partido en descomposición, cuyo mando están tomando sus mayores. Pasar por encima de un Comité Federal con olor a necrosis, con la esperanza de no dar tiempo al rearme de la izquierda de la izquierda, es un movimiento arriesgado cuyas consecuencias pueden ser demoledoras para el PSOE. El gran problema que tienen es el candidato. Los candidatos del PSOE irán en listas con los puntos tiernos, y conscientes que están ante la mejor ocasión en cinco años de acabar con quien ha roto en pedazos su partido. La estrategia de Sánchez de radicalizar su discurso para parecer más morado que una berenjena, desvela una táctica cuya puesta en escena, dando palmas en el congreso, abochorna a propios y a extraños.
Ya están dando la matraca con eso que han llamado «ola reaccionaria», cuya criptonita creen haberla encontrado en el hecho de que Feijóo no habla inglés. Y, a mí, me da tranquilidad. Sánchez puede hacer gala de su zafiedad y prepotencia en tres idiomas diferentes, con lo cual puede avergonzar a su partido de la misma manera en tres lenguas. Puede terminar literalmente ahorcándose con su propio lazo.
Castilla-La Mancha no es la aldea gala del PSOE. Al igual que Emiliano no es candidato para España. Ha ganado las elecciones, eso es verdad. Pero lo es también que la victoria del PP de Paco Núñez en los ayuntamientos, y recuperando dos diputaciones, es una realidad. La victoria del PSOE se ha producido por apenas mil votos, y en nuestra provincia. La política es así, y también la ley electoral, cuya reforma ha anunciado García-Page. Su primer anuncio no ha ido vinculado ni al empleo ni a la economía. La dejo botando.
A Inmaculada Jiménez nadie podrá negarle que ha sido la primera alcaldesa de Tomelloso. Pero ella sabe que no gobernará los próximos años nuestro pueblo. Le deseo lo mejor. Al igual que ocurrió en 2015, cuando Cospedal ganó las elecciones, pero gobernó en coalición el PSOE con Podemos. En Tomelloso no tendrá los votos suficientes para ser investida alcaldesa. El último recuento arroja un 10-9-2. Muchos éxitos para Javier Navarro, que ha hecho una buena campaña y ha demostrado con humildad y empatía que Tomelloso es mucho más. La diplomacia local tiene la obligación de negociar con cautela y, sobre todo, de hacerlo con rigor y estar a la altura de lo que le han dicho los ciudadanos en las urnas: Tomelloso quiere que gobierne Javier Navarro. Será un buen alcalde. Porque es un buen tipo, y porque ha sabido esperar. Y le estábamos esperando. Suerte, Alcalde.