Vaya, parece que nuestro querido comentarista de turno ha tomado su pluma para regalarnos otro de esos artículos que tanto se esperan… o bueno, tanto como se espera encontrar una entrada para la Fiesta del Vino. Eso sí, es toda una delicia leer cómo se sumerge en una realidad alternativa, en la que, al parecer, la Feria de Tomelloso ha sido poco menos que un éxito sin precedentes. ¡Quién lo hubiera imaginado! Vamos a hacer un recorrido por su obra maestra, pero ojo, que no se nos caigan las cataratas de Niágara.
Comencemos por los precios. Según el buen hombre, pagar 4,50 euros por un viaje en las atracciones es algo que la gente debería agradecer, como si estuvieran subiendo al Everest en lugar de una noria. Debe ser que no ha tenido tiempo de ver cómo las familias (las reales, no las de cuento de hadas) miraban de reojo sus carteras, contaban monedas y se preguntaban si era más barato un paseo por la feria o un billete para Disneyland. Porque claro, el que se queje de precios altos es un amargado, y no alguien con un presupuesto ajustado. ¡Un aplauso para la economía familiar!
Pasemos a los conciertos, esos eventos donde parece que lo más difícil no era encontrar una entrada, sino que te regalaran una. Bueno, eso si tenías “amigos en los sitios adecuados” y un estómago agradecido, como diría nuestro cronista. ¡Qué detalle! Porque aquí no se viene a disfrutar de la música, no, aquí se viene a hacer amigos de conveniencia. Y si a alguien no le gustó el precio, que no se queje: siempre le quedará la opción de tararear desde casa.
Continuemos con el «brillante» cambio de pregonero. Nada más y nada menos que una figura de renombre, que según nuestro escritor favorito, nos regaló un pregón «histórico». Claro, histórico porque nunca antes habíamos tenido a alguien hablando de Tomelloso como si lo hubiera leído en un resumen de Wikipedia. Mientras tanto, los talentos locales observaban desde la barrera, porque claro, ¿a quién le interesa lo que tengan que decir personas que sí conocen su pueblo? Aquí lo importante es traer figuras, aunque lo único que sepan de nosotros sea que aquí se hace buen vino. ¡Vaya descubrimiento!
Ah, y la organización… ¡qué nivel! Todo al más puro estilo de «vamos improvisando sobre la marcha». Que si lluvia, que si manteles mojados… aunque lo realmente sorprendente fue ver cómo, el segundo día de feria, las atracciones ya estaban pensando en hacer las maletas. Parece que ni las luces del recinto ferial lograron evitar el vacío de un lugar que prometía ser bullicioso.
Y sobre la Fiesta del Vino, todo un éxito de asistencia. Si solo miramos los números redondos que se inventan, claro. Dos mil entradas, aunque si uno preguntaba en la calle, lo que escuchaba era: “¿Y dónde están las entradas que no las encuentro?”. A lo mejor las estaba guardando nuestro cronista como recuerdo, no sea que se le escape algún detallito incómodo.
En fin, que el balance es claro. Esta feria ha sido, como diría nuestro querido cronista, un SUSPENSO, pero con mayúsculas. Porque cuando se trata de organizar un evento de esta magnitud, parece que el único aprobado ha sido para los discursos con trajes de domingo y el autoelogio. Y para colmo, ahora resulta que quejarse de una feria cara, vacía y desorganizada es «demagogia». ¡Lo que hay que oír!
Así que, querido comentarista, la próxima vez que te lances a escribir tus crónicas llenas de amor (político, claro), te sugiero que te tomes un buen vino. Eso sí, asegúrate de que no sea vinagre, que el exceso de acidez no es bueno ni para la digestión ni para la objetividad. Y si la Feria ha sido tan perfecta como dices, ¡qué suerte la tuya! Quizás te tocó vivir una feria distinta a la de los demás, una feria de los milagros, porque la del resto de los mortales fue, lamentablemente, de las sillas vacías y los suspiros resignados.
Artículo de opinión de la Ejecutiva Local del PSOE de Tomelloso.